Este último tiempo he transitado por lugares en donde elijo pasar y cruzarme con personas y labores que intento poder elegir. En este viaje de vida me he cruzado con artistas que a partir de distintos lenguajes están en sincro con algunas de mis ideas o modos de expresión, o miradas sobre la vida o nos inquietan temas similares o compartimos afinidades de género o generacional. En este cruce comence a trabajar con Mariana Cincunegui. Fué a partir de comenzar a hacerle distintas fotos que comence a sentir esta sincronicidad que planteo al comienzo, primero era algunos indicios y finalmente el sábado pasado al llegar al Konex a trabajar a su concierto encuentro en medio de una sala en penumbras con algunas personas ultimando los preparativos del mismo, una puesta en escena muy particular.
No faltaba detalle, pero detalle de la propia artista, había colocado minuciosamente casi a modo de instalación una selecta colección de juguetes y objetos sobre el escenario.
Cada objeto allí ¨puesto¨ tenía una historia que ella conocía, algunos la habían acompañado por años, otros eran más nuevos y propiedad de su hija, se mezclaban allí varias generaciones de juguetes y objetos, pero lo más importante para mí es lo que significa para ella cada elemento que fué colocando en el escenario. A modo casi de amuletos que la acompañan por su vida y que al ponerlas en escena cobran mayor importancia.
Todos tienen una historia, un porque de estar allí presentes, como acompañando un ritual artístico que no culmina con una canción, sino que se complementan, se nutren y estimulan mutuamente. Quiero decir que el show sería distinto si no estarían todos los objetos allí presentados y por otro lado esos objetos en un tienda de anticuarios tendrían otro valor.
En medio de este apasionante territorio de juguetes, objetos, micrófonos e instrumentos musicales encuentro unas zapatillas de danza colgadas del micrófono, junto con una muñeca bailarina, y aquí comienza mi historia.
Mariana cuenta que esas ¨zapatillas de punta¨son de su profesora de baile, que se las regaló cundo era niña.....allí comienzo a recordar también mis pasos por el balet.
Amaba bailar, hacer ejercicios en la barra, ponerme las zapatillas y en algunas especiales ocasiones ponerme el tutu.
Estas experiencias eran fascinantes, me maravillaba, me extremecia bailar, estaba encantada con dejarme llevar por las coreografías y expresarme con mi cuerpo.
Era una niña, aún no entendía muchas cosas, tan solo sentía y me apasionaba....
Recuerdo utópico de momentos felices, de esperar a mi padre al final de la clase, con mi rodete envuelto en una red rosa y mis medias can can al tono.
En esos días comencé a desear un juguete, era una muñeca bailarina, se llamaba ¨Cindy¨y venía con toda las vestimenta para practicar ballet, hasta las zapatillas de punta. Tomé la decisión de comprármela, para esto ahorre dinero durante meses, de un modo muy disciplinado para una niña. Hasta que una tarde al final de la clase subí al auto de mi padre que venía a buscarme y asombrada me dio la muñeca. No recuerdo sus palabras concretas, pero me dijo algo así como...¨no guardes más la plata, ya te compré la muñeca¨.
Emociones múltiples, que se mezclan entre las pasadas y las actuales. Difícil de describir el efecto que causó en mi que mi padre hubiera comprado la muñeca, estaba muy feliz.
Muchos años después descubro que este paso por la danza, fue el comienzo de mis ansias de ¨artista¨, tal vez también le marco el camino a Mariana hacia su arte.
Hoy feliz por poder recordar aquel momento y sentir este cruce tan potente.