lunes, 7 de junio de 2010

y tanto silencio...











Recorro este lugar perpleja por la cantidad de veces que necesito disparar una foto, dejar registro de esto, del olvido y el deterioro. Con la falaz idea de que la foto podría dejar paralizado el tiempo, ya está , stop...pero no es así, el tiempo transcurre constantemente y solo quedan estos pequeños registros.

Tumbas de mesas y sillas que van siendo devoradas por la vegetación que implacablemente las va degustando de ha poco.

Algunos autos también han llegado para quedarse por siempre y ser comida de las plantas. Las piletas parecen ya lagunas y solo quedan legibles algunos letreros que nos dan pista de un pasado glorioso y lleno de felicidad.

El SOEVA, era en los años 70 un magnífico ¨recreo¨ en donde muchas familias compartían almuerzos al aire libre, casi siempre el típico ¨asado argentino¨, donde los niños podían bañarse en el río Lujan, pescar y tirarse una y mil veces a las grandes piscinas. 

No faltaba el mate y la siesta a la sombra de tantos árboles, como tampoco faltaba el partido de fútbol.

Todos con los que hablé recuerdan estos momentos con mucha emoción, hay en todos una mezcla de añoranza y felicidad por los buenos momentos vividos.

Estos emprendimientos fueron llevados a cabo por varios sindicatos del país, en post del bienestar y el esparcimiento de sus afiliados( los trabajadores )y sus familias. 

Luego vinieron épocas de dictadura y crisis económicas de distintos colores, toda esta compleja coyuntura socio-política ha llevado a que hoy 2010, muchos de estos lugares se encuentren así.

Abandonados, esperando que llegue la ¨modernidad¨, el country o barrio privado...cuentan que ya lo vendieron y que pronto todo cambiará, se realizará tal vez un emprendimiento inmobiliario en donde solo los vecinos de esas tierras tendrán acceso a tan hermoso contexto natural.

Ahora esta así, a la espera, y con todos los recuerdos impregnados, en silencio.

Tantas mesas y sillas y tanto silencio...

Hoy estos bloques de cemento me contaron esta historia, pude oírla en su silencio, pude sentirla en sus colores desgastados, oxidados.

Me contaron todo al atardecer, en donde las historias se vuelven más mágicas y más  trágicas a la vez, en donde se preludia la noche a la luz de un sol oblicuo y naranja enceguesedor.

Un cementerio que guarda veranos calurosos, mosquitos, heladeras portatiles, niños corriendo, helados, risas y llantos, gritos, cumpleaños...

Una época que no volverá y lo que quedó ya no es lo que era, ya está muerto.



1 comentario:

carlos villarreal dijo...

profee que buenos lugares para producciones de fotos, por dios!!

Charly